Crónicas: Los oficios
- Detalles
- Escrito por Miguel Tuyaré
- Temario: Crónicas
- Visto: 143
No recuerdo si la primera vez que escuché la frase “un oficio no te va a hacer rico pero con él vas a sobrevivir” fue dicha por mi abuelo o por mi padre lo que sí sé es que quedó grabada en mi memoria desde muy chico y para siempre; el paso del tiempo la confirmó y pasó a ser uno de los pilares sobre el que fundamento mi existencia hasta el día de hoy.
Los oficios a veces surgen de la nada, es como un don innato que genera artistas variopintos e incluso bifurcaciones hacia otros menesteres; otras veces se aprenden de algún maestro que nos revela “trucos”, que no son más que experiencias propias compartidas, o de alguien que nos empuja a expandir habilidades que ya poseemos pero aún no desarrollamos. Esos maestros son los mejores de la vida porque nos enseñan lo que no vamos a aprender en claustros escolares o universitarios.
Y una cosa es una profesión y otra muy distinta es un oficio. Según lo que dictan las definiciones propias de las palabras, oficio y profesión son cuestiones diferentes: para aprender un oficio no hace falta preparación académica, para ser profesional se necesitan estudios; un artesano no necesita estudiar, un ingeniero si. Sin embargo sostengo que una profesión se puede volver oficio y viceversa, es más, ambas llegan a convivir y completarnos, nutren nuestras capacidades y generan un espíritu propio y único sobre el que vamos gestando nuestra vida.
Uno de mis poetas españoles favoritos es Antonio Gala Velasco, de él proviene un aforismo que supe hacer mío hace un tiempo, dice: “tu oficio es cotidiano y decisivo: mientras alumbre el sol, serás ardiente; mientras dure la vida, estarás vivo”; y nada más cierto, saber un oficio genera vida y felicidad.
Crónicas: Inquietudes
- Detalles
- Escrito por Miguel Tuyaré
- Temario: Crónicas
- Visto: 140
En esa vastedad inmensa que somos como seres únicos e irrepetibles, con amores y sentimientos, con razones y desazones; en ese mar del alma, del espíritu y del corazón flotan a la deriva todo tipo de inquietudes y certezas.
Conocerse así mismo es un arte universal y a la vez original, primigenio e imperecedero: moriremos pero las obras logradas quedarán vivas eternamente en el recuerdo de quienes nos sucederán, incluso lo no alcanzado, los intentos, las ideas, lo que fuimos, todo quedará. Lograr saber qué somos es un arte multitareas, un oficio vital e inevitable porque lo hacemos aún sin darnos cuenta. En ese arte pintamos y retocamos, esculpimos y pulimos, diseñamos y trazamos, escribimos -a veces con sangre- y tachamos, borramos o renacemos, componemos los acordes de nuestra vida disonante y con esa música propia danzamos por los caminos de la vida hasta el aliento final.
Esos ensayos artísticos determinarán nuestros tropiezos y los buenos momentos, afloran los dones y las falencias, no todos seremos Miguel Ángel ni Da Vinci, no todos seremos un Clapton en potencia o un Pappo Napolitano o un Atahualpa Yupanqui.
En cada una de esas tareas del arte surgen inquietudes, no es para menos, si supiéramos cómo vivir la vida otra sería la historia del mundo. Esos desasosiegos son los que nos dan el tanino justo del vino que nos corre por las venas y que va llenando nuestra vasija. Podemos ser un fuerte cabernet, un áspero petit verdot, un suave y terso malbec, un chenin acaramelado o simplemente un dulce patero. Si sabemos de vinos entenderemos mejor a los demás y a nosotros, esa es mi cábala que nunca sigo, imagino.
En fin, en la maraña de sucesos que acometemos a lo largo de nuestros años, vamos haciendo cosas que responden al arte de construirnos o re inventarnos y repasando cada tanto todo, veo que en mis oficios empujados hice y hago de todo, tal vez hasta me he obligado a seguir ensayando otros, a veces desconocidos y todo para seguir tirando para arriba.
Comencé a escribir desde muy chico, tal vez trece o catorce años, tal vez antes, ya ni recuerdo. Ese fue el primer cincel de mis inquietudes. Casi al mismo tiempo, con poca diferencia, me atrapó el naciente mundo de la informática que despuntaba un futuro prometedor, sobre todo con programación de sistemas. Un poco antes había sido empujado por mis padres a aprender a tocar la guitarra, algo que pasado algunos años descubrí que era innato en mi, ADN y herencia de varias generaciones que me precedieron y supieron amar la música, sobre todo mi abuelo que fue violinista, contrabajista, baterista, etc.
Nos falta
- Detalles
- Escrito por Miguel Tuyaré
- Temario: Poético
- Visto: 148
"Cartas de amor en el hall
Se secan con el sol
Lejos de la gran ciudad
Ella es mi felicidad
Nada como ir juntos a la par"
Yulie Ruth, "Juntos a la par"
Nos falta el tiempo de la vid y los sarmientos,
el crecer desde la tierra entre la arena y las piedras,
ese camino de cúspide y tropiezo,
la raíz que nace desde el hueso
y termina en vino o en fermento.
Nos falta eso, trenzarnos como hélice
y en el viento del aliento comernos las palabras,
devorarnos los silencios,
marcar el paso del latido con cada mano
y en cada tacto diario y minutero
palparnos hasta las vísceras,
hasta el bostezo.