Nadie lo sabe pero hace un tiempo atrás había comenzado a migrar Jokte a PHP 7.x... muchos debugueos, puteadas recurrentes e interminables test, reiteradas lecturas del manual en línea y una larga lista de actividades tediosas y malditas hacían que me acobarde más de una vez y abandonaba. Sin embargo, no sé de dónde sacaba fuerzas y seguía, no pretendía renunciar pero todo me sobrepasaba, eran demasiadas horas-culo trabajando, muy agobiante todo.
Lo positivo de ese tiempo -del año pasado- fue el auto aprendizaje al palo. Es que mi amor por PHP surgió hace tanto tiempo que se podría decir que es mi lengua materna aunque últimamente y por motivos puramente comerciales lo estoy dejando a veces de lado para enfocarme en Free Pascal, mi segunda lengua materna. Pero volver a PHP es como una tara mental, un TOC, una inclinación innata a saborear ese aroma primitivo, conocido y amado, me resultaba y me resulta imposible soltarlo así como así.
Este año, luego de pasado el verano -período en que trabajo mucho con el turismo y es prácticamente lo único que hago-, decidí retomar de a poco Jokte para seguir con la migración pero ya pensando en la versión 8 de PHP. Un rápido vistazo hizo que antes siquiera de empezar me corriera un frío en la espalda indescriptible: el cambio era "monumental"... ya no había que arrancar con cuchillo y aguja a podar y coser códigos sino que había que usar machete, motosierra y arrancar desde la raíz. Me resultó una tarea titánica a la que tendría que dedicarle mi tiempo, mi cerebro, mi alma, mi espíritu, mi vida... desistí. Pretendí continuar migrándolo a PHP 7.x pero, habían pasado tan pocos años y a la vez tanto tiempo que ya no le encontraba sentido, miraba la pantalla y veía ese árbol de carpetas a punto de caer como un árbol seco y quebrado, moribundo y abandonado, esperando el golpe certero del hachero que lo convertirá en leños y recuerdos. Abordar esa tristeza que me producía tener que reconocer que el proyecto no iba más me subyugaba y me aturdía de tanta nostalgia que no lo aguantaba. Estaba solo como Kung Fu pateando un desierto de códigos y sin agua, nadie tenía ya interés en aquel viejo proyecto, salvo un querido amigo de Venezuela, Adrián Prado.
Add a comment