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Mascaras

MANECO, “EL REY DEL CARNAVAL”

Maní, mandarinas, naranjas y carnaval. Son las primeras palabras que suenan en mi cada vez que pienso o nombro a Maneco. Parece que todavía se pasea por la cancha con su carrito verde de madera vieja con ruedas de bicicleta “graciela” y llantas pintadas de rojo. Vendiendo, haciéndose trabajosamente el pan del día. Flacucho y puro fundillo. Siempre de saco negro muy arrugado. Eternamente pobre y alcohólico pero dueño de una alegría sin igual.

1ra. Pincelada

Iba todos los domingos con mi abuelo Orlando y mi abuela Blanca a ver jugar fútbol a Campito, el equipo del barrio.

- ¡¡¡Vamos!!! Hoy jugamos con Sauce y le vamos a llenar la canasta!!! –decía mi abuelo. Sauce versus Campito. ¡Un clásico!

Pasaban a buscarme todos los domingos después del mediodía, andando en su vieja boitouré marrón clarita. Para mi era una cita imperdible porque al llegar iba directamente hacia el carrito de Maneco a comprar maní.

Y él, frente a la cantina, borracho, medio hosco a veces, pero tierno al hablar, estaba con el pie sobre la rueda del carro fumando y mirando el partido. Lo veo hacer señas y gritar....

- ¡Pará!... eso fue fao che!... árbitro cornudo!... hijo de puta!

Quedaba un silencio, pegaba una pitada de costado y se dejaba el cigarrillo en la comisura. Se enderezaba un poco y...

- ¿que queré gurí? –me decía agarrando el vasito plástico, que era la medida de la venta. En ese momento me atendía y para mi ya era suficiente. Le había comprado maní a Maneco, todo un acontecimiento y me volvía feliz con mi bolsita.

Maneco, quizás tu vida fue pequeña como un maní pero sabrosa como una mandarina madurada bajo el frío piedra de las heladas. Apenas ganabas para llevar el pan a tu mesa y el vino del día. Tal vez para llenarte las manos y los bolsillos del amor de toda la gente que te quería bien. Maneco, hoy al nombrarte suenan las pitadas tabaqueras, las copas vineras, en un ambiente cítrico de nostalgia. Y todo se pone rojo de amor como tus ruedas para esta primera pincelada que quiero plasmar en la tela espiritual de todos como un réquiem al manisero de los domingos.

2da. Pincelada

En el bar “El Más Chiquito”: “Dedo Muerto” sentado en un taburete, “La Meona Melgarejo” a su lado y más allá Maneco. Los tres totalmente borrachos y a las risas. Algunos por allá en una mesa jugando al truco o al monte. Corría el vino, la ginebra y los chistes verdes. Otros arreglaban el país inventando políticas que salían de su perdido limbo vinero.

Un juguete electrónico que había traído el “Ibe” era la novedad. Estaba arriba del mostrador. Era una caja negra, como un pequeño féretro en cuyo extremo había una especie de bandeja donde se ponía una moneda. Entonces, al apoyarla, del otro extremo se levantaba una telita negra y emergía lentamente una calavera mientras por otra ranura una mano esquelética se llevaba la moneda para adentro. Todos entusiasmados mirando el aparato. En una de las mesas alguien miraba detenidamente a Maneco, lo estudiaba. De pronto le grita:

- ¡¡¡Maneco, hermano!!! dejate de joder, a ver si comés más y chupas menos che!!! que ya ni culo te queda!!!

- No m´hijo, culo tengo... el aujero tengo... lo que no tengo son nalgas.

Si, eso dijo, para que todos en el bar soltaran sus carcajadas.

Y yo al recordarlo, lo aprieto en mi corazón para sentirlo más... porqué todavía está aquí... esa frase fue también en la charla de ayer, en la de la semana pasada, esas palabras se hicieron para no morir, para devolvernos una y mil veces la alegría de una payasada escondida en una tristeza de pobreza sin igual. Pero... ¿cómo nunca hice nada por él?... (no te preocupes, es el sueño perdido en la ignorancia de aquella juventud y Dios perdona al ignorante)

3er.Pincelada

Febrero de todos los años....

“Los Petiteros” con Maneco y Maneco “Rey del Carnaval”. Se me pone la piel de gallina al decirlo. Son los corsos colonenses: murgas y comparsas de barrio, luces, alegría, ruido por doquier y batucada... tan tan tarran tarracatatan tarracatatan tan tarran.... papelitos picados, espuma, maruchas, mascaritas, carrozas.... ¡que emoción este momento! pero... ¡si estoy escribiendo, llorando y bailando! (que viaje extraño!!! el vino es un elixir exótico!!!)

Pero... ¡Si!... es febrero... estamos en plena noche de carnaval. Mirá, ahí va Maneco dirigiendo la murga, saltando, revoloteando locamente de un lado para otro de la calle. Su traje, en un albor de lentejuelas multicolores tira luces reflejadas a la noche colonense. Es un despliegue de brillante felicidad infinita y contagiosa. Tal es la gloria de ese momento que nos quedamos embobados mirándolo, disfrutándolo, saboreando hasta la última gota de sus movimientos prendados que derrama con vaivenes grotescos y fantasiosos como en un perenne ritual encantado.

Maneco, los corsos no son tal sino es con tu persona. La murga es un vacío sin tu alma dando vueltas al compás del redoblante. Las luces no tienen el brillo y los colores sino está tu espíritu alborozando la 12 de abril. Le diste a febrero de carnaval un aire de poesía e ilusión. Como una flor siempre abierta perfumas cada sonido. Cada olor a agua perfumada es tu olor. Cada traje murguero es tu cuerpo danzando. Maneco, estás cada día más vivo en la ausencia. Dios te de la paz y a nosotros la gracia de tenerte guardado en el alma cada vez que suena la murga. Mientras tanto pintaré una vez sobre la tela con un baile artificial del color de tu piel para que salgas eternamente con tu danza carnavalesca.

Intermedio:

Tengo que parar por un momento el andar cansino de este viaje. Maneco se ha ido a dormir y me dejó las llaves de su corazón dibujadas en las manos. Luego, cuando vuelva a despertarlo corazón adentro, lo volveré a ver, así que hasta pronto Rey del Carnaval!

© Miguel O. A. Tuyaré - Todos los derechos reservados