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Como un portal abierto a la alegría está mi alma. Un sentimiento extraño pero amado vuelca en mi corazón atardeceres remotos de recuerdos imborrables.Antigua jarra de vino "pingüino"

Y en este portal sereno y taciturno se agolpan las personas, los amores, los amigos, los familiares, las anécdotas. Las lágrimas por los que se fueron. Las sonrisas por los que no están. Se avivan las conversaciones de vereda o de tapial con vecinos, los abrazos después de años de no estar, de habernos ido en busca del destino en pos de forjarnos la vida. Todo es nostalgia que fluye serena y me cobija pero a la vez busca espacio y se traga el aire que respiro y me deja sin aliento.

¡¡¡Cómo quiero a Colón y a su gente!!! Vive en mí y yo vivo en él. Ambos nos pertenecemos y estamos encadenados para siempre, presos de un amor inconmensurable que solo la muerte separa, que solo Dios puede dar al hijo de su tierra.

 Y en toda esta cadencia vuelven a mi memoria aquellos que a pesar de la parca se quedaron para siempre, herrados en el alma, dibujados en mi vida como en un árbol un corazón flechado. Supieron llenar con su sola persona, como vino añejo, esa vasija que todos guardamos en las entrañas. La que vamos llenando gota a gota, a lo profundo, y que en momentos necesarios destapamos para sentir la esperanza, el fluir de la vida misma, el amor y la nostalgia, para sabernos árbol plantado que busca la altura para llegar al cielo.

Fueron hombres de los que no conozco su biografía, siquiera de algunos sus nombres verdaderos, apenas tengo pinceladas, bosquejos de lo que dejaron, de lo que viví en sus épocas, viéndolos, sintiéndolos, oyendo por ahí de sus vidas en frases célebres, en acontecimientos cómicos, grotescos o tristes. Tengo la certeza que son mis personajes, que forman el vino que fue llenando mi alma vasija, la que hoy destapo para el brindis con todos los que quieran beber al leer y sentir, recordar y festejar junto conmigo este placer, esta felicidad de saber que estarán por siempre presentes entre nosotros.

Fueron y serán como todos los seres: únicos e irrepetibles. Cada uno con lo suyo, cada uno con un distintivo particular que lo hacía una estrella, un artista, un creador de la vida misma o una muestra del dolor disimulado en la ignorancia de un pueblo.

Quizás olvide alguno en este camino inicial hacia el recuerdo pero de seguro que al degustar de este vino, paso a paso surgirán como del mismo sopor los otros. En el alma se esconde lo que le da alegría al corazón, porque el sueño vivo del pasado forja un futuro igual o mejor.

Iré en el transcurso de estas notas haciendo pinceladas, rememorando anécdotas de sus vidas -algunas transformadas en leyendas ciudadanas-, dándole forma al sentimiento en un viaje inolvidable. Espero que todos se diviertan y se regocijen. Pónganse cómodos, siéntanse en su casa. Levanten las copas y atrévanse a llorar. Apaguen las luces del hoy, sumérjanse en este vino de viaje que es de todos y para todos. Y a los que nombré y nombraré más adelante vaya mi más profunda oración por sus almas, el más apretado abrazo y el más sincero agradecimiento por todo el bien que sin saber me hicieron y me hacen cada vez que los evoco, gracias.

© Miguel O. A. Tuyaré - Todos los derechos reservados