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eternidad

Mirándote encontré la paz
en el agua profunda de tus ojos
me quedé allí en la cruz
clavado y sin presión.
La ausencia cuajó
la arteria espiritual de mi alma
fui un pedido y no dije nada,
callé a viva voz un rezo
terminal e instestino.

En la lucha diaria te amo
con manos trémolas te palpo
mi corazón como un puño te guarda
moneda dorada y de plata
piel y luz
mar de aire y pasión.

Porque es así.

Llevas el nombre de todo mi ser
heridas y tatuajes salvíficos,
perfume, honor inalcalzable,
con todos colores verde pasto,
me vives y me lloras y me amas.

Una fría duda líquida
extraña y amarilla
rompe los puentes de arcilla
y como una frágil red se esparce,
el vacío atrae a los muertos
con el olor a pinos vetustos.

Voy cayendo una y dos y mil
arañando los bordes cortantes
de mis seres queridos.

El pie de la mujer me atrapa
me lava y me besa y me abraza
y vuelvo en cada luto a vos
hasta el fin
y no puedo evitarlo
y no puedo decirlo.

Es una eternidad.

© Miguel O. A. Tuyaré - Todos los derechos reservados - "Cruz y Barro"