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Cada vez que voy a un JDay vengo más cargado de equipaje y no del material sino de ese que no pesa pero se siente adentro, allí donde el corazón juega buenas y malas pasadas y empero deja huellas imborrables, tal vez casi sacrílegas.

Cuando miro a corta distancia, apenas han pasado horas de estos encuentros, la sucesión de caras de todo tipo arma un colaje perfecto para el espíritu que ebulliciona de sentimientos sin tipificar, como si la patria grande de latinoamerica cupiese en un cuadro pintado con mixtura llena de colores, olores, sabores y tacto, una uniformidad variable pero una.

Tarda uno en asimilar esta profusa experiencia cinética de días transcurridos a toda carrera, porque es como un néctar que va adentrándose en las venas más largas, poco a poco, con espasmos, y hace latir el corazón muy fuerte cuando se miran fotografías que parecen fueron sacadas antaño, ¡pero si fue ayer!

Entonces en medio de esa emoción, me pregunto siempre qué me dejó el JDay y la precisión e imprecision juegan a las escondidas, no me dan la certeza de la palabra clara. Así y todo, siempre se abre un llano de expresión y la síntesis del resumen se explaya en escases de palabras: amistad y lucha.

Amistad de gente conocida y no conocida, de aquellas personas que tienden generosas sus manos al allegado, a sabiendas de la repetición histórica y la pertenencia colectiva al continente que nos congrega. Parece que en el ambiente reina un denominador común de cálida acogida sin prejuzgamientos ni cálculos binarios ni de otro tipo, algo utópico que se experimenta.

Es verdad, conocí gente que no sabía de su existencia, y ellos pasan a formar parte de mi vida como yo de la de ellos. A pesar de las distancias siempre quedan las presencias, como una energía flotando por el éter que rememora momentos cuando la dicha fue plena, y ésta regresará siempre en la evocación.

También compartí con gente ya conocida, que forman parte de mi todo desde hace un tiempo, esas personas que uno anhela ver o estar a cada instante, una parte del corazón que va y viene, regresa de a ratos con un aire vivificador.

Y en todo la lucha por los mismos ideales que nos apasionan y nos unen en lo más insondable del ser humano, allí donde la empatía se hace vida por si misma y cobra forma de entidad perenne y completa, una alegría difícil de describir sino se la vive en carne propia.

Por todo, gracias a las personas que hicieron mi naturaleza más rica y plena en este JDay, siempre logran sacar lo mejor de mi y eso es lo más loable que alguien pueda recibir, más que cualquier diploma, título o certificado. Cuando alguien despierta vida abre un arcón de felicidad que da motor a nuestro espíritu y con eso ya basta y sobra para ser también motivo de impulsión hacia los demás, tal mi meta.

No voy a dar nombres, cada uno ya sabe lo que me ha hecho. Les mando un abrazo a todos y nos veremos en la próxima por nosotros mismos y LATAM.