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Rainer Maria Rilke

Apágame los ojos: puedo verte;
ciérrame las orejas: puedo oirte;
y sin pies puedo andar hacia ti,
y aun si boca puedo invocarte.
Arráncame los brazos y te asiré
con el corazón como con una mano,
detén mi corazón y latirá mi cerebro,
y si incendias mi cerebro
te llevaré en mi sangre.

El dios invocado por Rilke no es el Dios invocado por la religión cristiana ni de ninguna otra religión. A la hipóstasis creada por Rilke en "El Libro de las Horas" hay que identificarla con lo numinoso e indisponible que se le reveló al poeta de un modo especial en los viajes que hizo a Escandinavia, España, norte de Africa y Egipto. A este dios Rilke lo identifica con el mar, con el silencio, con el bosque, con alguien que va de casa en casa, con la oscuridad, con algo futuro e indefinible en pos de lo cual va el hombre en una incansable peregrinación. Ese es el dios de Rilke a lo largo de toda su obra.

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