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Dos caras de la misma moneda con el mismo monje negro detrásMurió Menem y con él se cierra una de las etapas más nefastas de la historia argentina: la primera ola neoliberal que nos azotó de la peor forma.

Hay mucho para recordar y no de la mejor forma. En el inconsciente colectivo se esputan puteadas al evocar esos tiempos; odio hacia la clase política imperante por la traición al pueblo y en muchos casos hacia empresarios que se beneficiaron a costa de todos.

Hay mucho para recapacitar de la mejor forma porque de ello siempre dependió nuestro futuro y aún lo es. En mi caso, ese recapacitar hizo que eligiera mejor mis votos posteriores obligándome a indagar, a buscar, a investigar sobre quién y qué era cada quién y cada cuál, qué intereses presentaba, de dónde venía y hacia dónde podía llegar a ir, quién o quiénes lo apoyaban, etc. Porque como dice el famoso dicho: el que se quema con zapallo sopla hasta la sandía. Ya no se trataba de votar por lo que decía -mi primera inocencia- sino por lo que había hecho, por lo que representaba su historia personal, sobre el pasado y el presente del candidato.

En 1989, presidencia de Raúl Alfonsín, el país sufría un caos económico de antología difícil de explicar en pocas líneas pero basta con decir que llegamos a una hiperinflación que a fin de año midió 3079%.

Los que no vivieron esa época no podrán ni imaginar lo que significó pero un ejemplo será esclarecedor: cuando uno estaba comprando en un supermercado se podía escuchar por los altoparlantes que cada hora o poco más, iban anunciando los nuevos precios de los productos básicos de la canasta de comestibles: a las 8 horas el azúcar valía $ 10 y a la tarde noche ya costaba $ 100 o más, tanto era el aumento que ni recuerdo de lo pornográfico que fue... parecía que estaba viviendo dentro de una película de terror donde el asesino era el gobierno. Mirabas tu bolsillo y llorabas de la desesperación.

Los fracasos de los planes económicos Plan Austral y el posterior Plan Primavera desembocaron en el adelantamiento del traspaso de mando en pos del recientemente electo presidente, Dr. Carlos Saúl Menem (PJ), quien había ganado las elecciones con el 47,51% de los votos quedando segundo del Dr. Eduardo Angeloz (UCR) que sacó el 37,10%.

Menem traía bajo el brazo muchos anuncios potentes y slogans, como el tristemente célebre "salariazo y la revolución productiva" con el "síganme, no los voy a defraudar".

Por esos años era empleado administrativo en una fábrica de Conc. del Uruguay y debo decir y agradecer que sino fuera por la calidad de personas que son sus dueños hubiéramos sufrido hambre como nunca antes ya que los comestibles básicos se volvieron literalmente incomprables y llegamos a depender de la caridad ajena casi en un ciento por ciento. Estas personas, además de cumplir a rajatabla con todos los aumentos salariales que se dictaban a cada momento, hacían grandes compras de comestibles una vez por semana y la repartían entre todos los empleados. Sin esto, no sé qué hubiera pasado, fue mi suerte.

La pregunta que surge y que tiene cientos de respuestas es por qué ganó Menem aquella elección. Hay una respuesta que por ahí pasa desapercibida, que no la he escuchado mucho y que justifica millones de votos, sobre todo cuando se habla de las ingentes privatizaciones que acometió "El Turco" y que a la postre nos enteramos que fueron a precios viles.

Todos sabíamos que las empresas del estado eran auténticos antros de corrupción donde las coimas, los arreglos por abajo la mesa, los empleados “acomodados” a dedo y en exceso y toda una serie de latrocinios similares tenían ribetes que rondaban lo trágico.

Recuerdo, por ejemplo, que en la municipalidad de una ciudad importante había tantos empleados que si iban todos juntos el mismo día a trabajar no entraban. Había un “acuerdo” entre el gobierno municipal y el sindicato para “manejar” las “licencias” de modo que no suceda eso. En la distancia del tiempo da risa el grado de necrosis política que vivíamos.

Anoche escuché sobre Entel, que no había teléfonos y que los que había no andaban, era tal cual. Conseguir una línea telefónica era un parto, no había inversiones y teníamos tendidos de líneas con una antigüedad increíble. Así pasaba en muchas empresas del estado: eran antros de corrupción y lo que existía o era obsoleto o estaba en mal estado, atado con alambre, y ni hablemos de que se “robaban” hasta las macetas.

Esta degradación gigante en las empresas del estado fue uno de los puntos que más mencionaban en los medios y utilizaba la clase política del PJ para argumentar el “cambio”; y era algo que todos sabíamos y veíamos.

Por supuesto que ni valido el engaño que sufrimos ni justifico lo que se hizo, pero que fue la ropa con la que en gran parte “vistieron el voto” para que todos fuéramos en busca de él en las urnas casi ciegamente, es verdad.

En mi caso, voté a Menem la primera elección en parte por esto, porque lo había sufrido en carne propia cuando quise entrar a trabajar para el estado teniendo sobradas condiciones pero había que chuparle las medias a algún político o sindicalista de turno, entregarle el marrón a otro y luego estar ahí de peón haciéndole las uñas de los pies como un fiel alcahuete a cuanto “cacique” se creía jefe de la tribu del lugar mientras el sitio donde tenías que trabajar era una cueva de ratas trepadoras y cagadores de cartón.

Y lo que sobrevino fue la catástrofe porque en vez de eliminar toda esa corrupción, el cambio que se hizo fue convertirla en algo “estructural” eliminando a los “medio pelo” de intermediarios y quedando esos delitos en manos de unos pocos de “otro nivel”. Algo que en gran parte persiste hasta el día de hoy pero que se agravó llegando a niveles estratosféricos con Macri.

Con Macri repetimos el pasado a una escala extrema y con números y cifras que dan miedo porque el contexto mundial se dio para que el neoliberalismo sea el peor cáncer mundial que podamos imaginar.

Lo que siempre debió ser el mejor médico para curar esta enfermedad, la herramienta ideal para contrarrestar esta inmundicia fue y es la justicia pero nada sucedió ni sucede porque es parte de la misma corrupción junto con los medios. El famoso "lawfare" no viene de ahora, siempre estuvo.

Todo esto es solo una minucia de lo que fue el "Patilludo de Anillaco", un gran fraude tan malo y tan potente como el fraude de Macri.

Mi único aliciente y consuelo es que no repetí la historia.

Menem y Macri fueron y son cipayos, pitiyanquis, vendepatria, corruptos, contrabandistas, etc. Dos caras de la misma moneda con el mismo monje negro de fondo: Eduardo Duhalde, la nefasta mano que empuja y cierra los cajones, la mano que mece la cuna: tres reverendos hijos de puta inolvidables.